domingo, 16 de febrero de 2014

DESIGUALDAD Y CONCENTRACION DE LA RIQUEZA. VIEJOS MALES, NUEVAS REALIDADES



La desigualdad y la concentración de la riqueza son viejos males que de manera estructural han afectado a las sociedades y a los seres humanos, en mayor o menor medida, en todos los tiempos.
La extrema concentración de la riqueza, que se ha dado en las tres últimas décadas, pone en peligro el crecimiento económico de muchos países. Así como también, la reducción de la pobreza, afectando la estabilidad social.  Pero, además, conlleva una amenaza para la vigencia de la democracia y la seguridad mundial.
Una de las demandas más sentidas, en los últimos tiempos,  es lograr un crecimiento más inclusivo que el que se vivió en el pasado. Sabiendo que el crecimiento inclusivo del que habla la sociedad civil mundial significa no sólo reducir los indicadores de desigualdad en él ingreso sino también el orientar la política económica hacia los intereses del conjunto de la población. Y también establecer limitaciones y contrapesos a los poderosos, vía la generación de instituciones y procesos de control político y social que sean capaces de representar adecuadamente y hacer prevalecer el interés de la mayoría en la construcción del bien común.
El punto de partida de este crecimiento inclusivo está signado por la necesidad de reconocer que el modelo de desarrollo de los últimos veinticinco años ha generado inequidades ética y políticamente inaceptables. Propugnar hoy que el mercado es el mejor distribuidor de recursos es algo que no podemos seguir aceptando, en la medida que el exacerbar el rol que el mercado debe jugar en la economía sólo ha servido para concentrar la riqueza en cada vez más pocas manos.
Un informe de OXFAM Internacional[2] nos dice que:
v  Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población.
v  La riqueza del 1% de la población más rica del mundo asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la mitad más pobre de la población mundial.
v  La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.
v  Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.
v  El 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos.
v  En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más.

¿Que ha generado la concentración de la riqueza?

Esta excesiva concentración de riqueza hace que las personas estén separadas cada vez más, habiendo construido un mundo de relaciones y realidades donde hay unos – los poderosos – y, otros,  los más, aquellos que a pesar de su esfuerzo tienen poco, tan poco que tienen problemas para alimentarse, cuidar su salud, tener vivienda y carecen de medios adecuados para desarrollar sus capacidades y tener oportunidades; en suma, para tener una vida digna.

¿Qué Hacer?

Superar esta situación es, hoy,  un imperativo. Creemos que el primer acento que debemos poner para mitigar la desigualdad es ser conscientes – ciudadanas, ciudadanos y políticos- que una distribución inequitativa de la riqueza transforma el accionar de las instituciones, quienes terminan propugnando leyes y políticas que favorecen, en mayor medida, a los poderosos.
Es necesario, entonces, que las instituciones y el control social construyan los pesos y contrapesos necesarios para escuchar y poner por delante el bien común, en la medida que, de no ser así, se seguirá poniendo en tela de juicio el ejercicio de derechos por parte de los que menos tienen.
Los Estados deben estar al servicio de los ciudadanos, generar oportunidades y capacidades para todas y todos y no sólo para unos pocos. Al mismo tiempo deben generar espacios de participación y representación política que no tengan a la base el “cuanto tienes, cuánto exiges y que recibes”.
Corregir la falta de equidad en las cargas impositivas, en la medida que hoy más aporta el que menos tiene es un elemento sustantivo para disminuir desigualdades. No es desconocido que los ingresos de los Estados se nutren más de impuestos indirectos (pagados por todas y todos los ciudadanos) y menos de impuestos directos, aquellos que vienen de la producción y renta de los que tienen poder económico.
Mejorar las condiciones y calidad de los empleos, al tiempo que los salarios de los trabajadores, y los mecanismos de protección social, son medidas claves si queremos reducir la desigualdad existente.
Regular el Mercado y vigilar las inversiones, propiciando generación de riqueza sin abusos ni monopolios de ningún tipo.
Impedir la especulación, en la medida que son los ciudadanos que no invierten, que son la mayoría, quienes pagan el costo de estos desbalances.
Recuperar el balance entre los derechos, la equidad y las decisiones políticas será fundamental para poder mitigar el que hoy el 70% de las personas en el mundo vivan y trabajen en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años, a niveles que son ética y políticamente inaceptables.
La libertad, el progreso y los derechos no pueden ser restringidos o reservados sólo para quién tiene dinero. Todas y todos somos libres, sujetos de derechos y tenemos capacidad para tomar decisiones.
No se puede en la realidad actual construir progreso para “unos” – los poderosos -  y retroceso para “otros” – los que se encuentran en situación de pobreza - más si los denominados como “otros” son la mayoría.
Mitigar la desigualdad, entonces, no sólo será acabar con viejos males sino que significará construir nuevas realidades para todas y todos.   


2 GOBERNAR PARA LAS ÉLITES. Secuestro democrático y desigualdad económica. OXFAM internacional. 2014